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La carta póstuma, que el Teniente Don Roberto Estévez dejó escrita, en cumplimiento de esa orden que impartí al Regimiento, estaba dirigida a su Padre. Ésta se convirtió en un documento histórico, que revela, a su vez, el sentimiento más noble que joven alguno haya sabido transmitir para la posteridad.

Querido Papá: cuando recibas esta carta yo estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios, nuestro Senor; El que sabe lo que hace. Así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de la misión. Pero fijate vos qué misión. ¿Te acordas cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todo destinado a recuperar las Islas Malvinas y restaurar en ellas la soberanía? Dios, que es un Padre generoso, ha querido que éste, su hyo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.
Lo único que a todos quiero pedirles es, primero: que restauren una sincera unidad en las familias bajo la cruz de Cristo; segundo: que me recuerden con alegría y no que mi vocación sea la apertura a la tristeza, y muy importante, que recen por mí.
Papá, hay cosas que como en un día cualquiera, se dicen entre hombres, y que hoy debo decírtelas: gracias por tenerte de modelo de hombre bien nacido, gracias por creer en el honor; gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino, hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que sea fruto de ese hogar donde vos sos el pilar. Hasta el reencuentro sí Dios lo permite.
Un fuerte abrazo.
Dios y Patria o Muerte.
Roberto.
 

 

 

Cuando el Teniente Estévez desarrollaba el Curso de Comandos en la Escuela de Infantería, durante el año 1982, durante el desarrollo de una exigente ejercitación propia de la especialidad, tuvo un paro cardíaco. El médico que lo atendió, no obstante declararlo muerto, continuó prodigándole los auxilios correspondientes; milagrosamente, reaccionó. En forma inmediata, sufre un segundo paro, del que vuelve a recuperarse. Fue enviado al Hospital en forma inmediata. Todos se quedaron sorprendidos cuando, al día siguiente, se presentó para continuar el curso.
Sin dudas, el Señor prevé los mejores destinos para sus mejores hijos.
Relato extraído del libro : "Malvinas, un sentimiento" del Coronel Mohamed Alí Seineldín
-Teniente Estévez, como último esfuerzo posible, para evitar la caída de la Posición Darwin-Goose Green, su Sección contraatacará en dirección NO, para aliviar la presión del enemigo sobre la Compañía "A", del Regimiento 12 de Infantería. Tratará de recomponer, a toda costa, la primera línea. Sé que la misión que le imparto sobrepasa sus posibilidades, pero no me queda otro camino -luego, lo despidió con un fuerte abrazo. La difícil y crítica situación no le permitió agregarle ningún otro tipo de detalles a la orden; además, tratándose de Estévez, eran innecesarios.
-Soldados, en nuestras capacidades están las posibilidades para ejecutar este esfuerzo final, y tratar de recomponer esta dificil situación. Estoy seguro de que el desempeño de todos será acorde a la calidad humana de cada uno de ustedes y a la preparación militar de que disponen -así fue la rápida arenga de Estévez.
Finalmente, todos los integrantes de la fracción, escucharon la mejor y más hermosa orden que puede dar un Jefe: "Seguirme". Pronto estarían inmersos en el combate.
-Para la Sección, sobre las fracciones enemigas que se encuentran detrás del montículo, ¡fuego! Ar-tilleros, sobre el lugar, deriva 20 grados, alza 400 metros, ¡fuego! Esté atento Cabo Castro, en dirección a su flanco derecho, puede surgir alguna nueva amenaza... -diversas órdenes se entrecruzaban en medio del fragor y la ferocidad de la lucha; finalmente, se logra bloquear el avance, y aliviar en parte la presión ejercida por los ingleses.
-Cabo Castro, me hirieron en la pierna, pero no se preocupe, continuaré reglando el tiro de la artillería -gritó, sin titubear, el Teniente Estévez.
-Enfermero, rápido, atienda al Teniente -ordenó Castro, con un grito.
-Me pegaron de nuevo, esta vez en el hombro.
Cabo Castro, no abandone el equipo de comunicaciones y continúe dirigiendo el fuego de artillería... -fue su última orden; un certero impacto en la cara, quizás de un tirador especial, lo desplomó sin vida.
-Soldados, el Teniente está muerto, me hago cargo -gritó Castro, y continuó con la misión ordenada, hasta que fue alcanzado por una ráfaga de proyectiles trazantes, que llegaron a quemar su cuerpo.
-Camaradas, me hago cargo del mando de la Sección, nadie se mueve de su puesto, economicen la munición, apunten bien a los blancos que aparezcan -el Soldado
Fabricio Carrascul, llevado por el ejemplo heroico de sus Jefes que yacen inermes en el glorioso campo de la guerra, impartió con firmeza su primera orden. -Los ingleses se repliegan, bien, los hemos detenido y los obligamos a retirarse. ¡Viva la Patria! -gritó, con alegría, Carrascul, al ver la maniobra inglesa. En ese momento, un preciso disparo, quizás del mismo tirador especial que eliminó a sus Jefes, le quitó la vida.
Habiendo cumplido con su misión, sin Jefes, agotadas las municiones y transportando sus muertos y heridos, la veterana y gloriosa Primera Sección de Tiradores Especiales se retiró hacia sus posiciones iniciales, habiendo cumplido con la Misión.
 
   
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